Por Martha Maximoff
El fenómeno mundial ha vuelto por cuarta vez y más fuerte. Stranger Things 4 ha sido una grata sorpresa para mí (y con la pésima situación por la que está pasando Netflix también para ellos), durante la primera temporada logré encariñarme con sus personajes, la inocencia de los niños, el misterio de la desaparición, la ciencia ficción con los experimentos, etc. Realmente me parecía perfecta su primera temporada, sin embargo, con el pasar de los años, me iba decepcionando poco a poco de sus sucesoras. No creo que la segunda y tercera temporadas sean pésimos productos televisivos pero no consideraba (y no considero) que llegarán a lo perfecta que fue la primera temporada.
PEEEROOOOO, este año llegó la cuarta temporada y a pesar de sus fallos, está casi a la misma altura de la primer temporada. Esta cuarta temporada logró salirse de lo que ya nos estaba acostumbrando Stranger Things, una formula que ya estaban comenzando a desgastar...equipos diferentes en Hawkins y al final todos juntos a vencer al enemigo/monstruo en turno y todos felices y comieron perdices, casi casi como capítulo de Power Rangers, los hermanos Duffer salieron de su zona de confort y decidieron expandir su propio universo, con locaciones en California, Rusia y la querida Hawkins, si bien siguieron manejando los equipos, pudimos explorar nuevas combinaciones como la de Nancy, Robin y Steve con Dustin, Max y Lucas.
Las tramas respecto a los rusos, los experimentos y la misma Hawkins hace que el universo de Stranger Things que un inicio era solo un niño desaparecido siendo buscado por sus amigos, se vuelva en el producto más querido de todos los servicios de streaming.
La cereza del pastel esta temporada, no fue Eleven, ni Vecna, ni el queridísimo Eddie, sino Max. Toda la trama sobre Max contra Vecna, es de las mejores alegorías contra la lucha al duelo, la depresión y la ideación suicida. Tanto la canción de Running up that hill de Kate Bush como la actuación de Sadie Sink, logran crear una gran secuencia que quedará guardada en nuestros corazones.
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